El Carmen de Bolívar renace
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Directamente de París, por orden de Carlos Martínez, administrador de la salina, llegó un piano para celebrar las bodas de los enamorados.
En la comunidad no eran bien vistos los concubinatos. ¡Válgame Dios! Ni más faltaba que en un pueblo tan próspero que presumía tener el hospital más importante de los alrededores se consintiera la unión libre. El matrimonio era indispensable para que los cónyugues gozarán de todas las prestaciones que la compañía ofrecía a sus empleados.