La Seño tiene las llaves del más allá
Uno. Sintió el olor del muerto cierta tarde, tan calurosa como casi todas las de Palenque. Olor, no hedor. No había nada pútrido en el perfume de aquel muchachito, tan amigo de su hijo, que mataron hace algunos años. “Era un amigo de mi hijo mayor. Ese pelao pasaba aquí, a veces dormía en esta casa y hasta se ponía la ropa de mi hijo, pero lo mataron y yo no quiero nada con muertos, no más los rezo”. Esa tarde, apenas sintió el aroma del difunto, La Seño lo insultó de todas las formas posibles. “Maco, estás jodío, te dejaste matar.
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